“Los costos del combustible han aumentado, los precios de los alimentos se han disparado, los fertilizantes son más caros y todo esto alimenta nuevas crisis”, dijo en ese momento el director ejecutivo del programa, David Beasley.
Ahora, la invasión de Rusia a Ucrania ha exacerbado considerablemente esos problemas, amenazando la seguridad de los países que ya batallan por alimentar a sus poblaciones.
La comunidad internacional debe tomar medidas para prevenir la aceleración de la crisis alimentaria que se extiende desde Ucrania. Los países, incluidos Estados Unidos, Canadá, Francia y Australia, podrían evitar restringir las exportaciones de granos y trabajar para garantizar que el comercio contribuya a la disponibilidad mundial de alimentos. Las naciones que dependen de Ucrania y Rusia para abastecerse de granos deberían trabajar con otros productores de granos para diversificar sus cadenas de suministro agrícola. Las sanciones contra Rusia deben analizarse con cuidado para garantizar que no agudicen la escasez de alimentos en países vulnerables.
Los esfuerzos internacionales para reducir los precios de los fertilizantes, al mantener los precios de la energía bajos y optar por un comercio abierto de fertilizantes, serían una ayuda para los agricultores de todo el mundo. Los precios de los alimentos han estado altos no solo por la pandemia, sino también porque los aceites de palma y soya se han utilizado para la producción de biodiesel en la Unión Europea y en Estados Unidos el maíz se ha empleado para la producción de etanol. Hacer que esos granos sean reorientados a la alimentación podría ayudar a reducir los precios al compensar las pérdidas de suministro de Ucrania y Rusia. También está claro que, como se ve por los desafíos económicos del Programa Mundial de Alimentos, se necesitan nuevas estrategias para financiar la asistencia humanitaria.
La seguridad alimentaria es esencial para la seguridad de una nación. A lo largo de la historia, hemos visto el modo en el que los conflictos interrumpen el suministro de alimentos y, lo que es aún más preocupante, cómo los alimentos se transforman en un arma de guerra. Darle prioridad a la seguridad alimentaria de los países que dependen de Ucrania y Rusia es fundamental. La OTAN y sus aliados deben estabilizar los suministros y garantizar que los esfuerzos humanitarios protejan a los ucranianos.
La interconexión global y el desarrollo desde la Segunda Guerra Mundial han reducido la hambruna de manera drástica en todo el mundo, pero los conflictos siguen siendo los principales causantes del hambre y las interrupciones del suministro de alimentos que pueden alterar la seguridad de las naciones. La comunidad internacional tiene que actuar ahora para mantener los precios de los alimentos bajos y garantizar que los suministros de cereales lleguen a los países vulnerables. Debemos tomar medidas para evitar que el hambre y la hambruna sean utilizadas en el siglo XXI como un arma de guerra en Ucrania y en otros lugares.
Michael J. Puma es el director del Centro de Investigación de Sistemas Climáticos de la Escuela Climática de la Universidad de Columbia, donde ha realizado una extensa investigación sobre la seguridad alimentaria mundial. Megan Konar es profesora asociada de ingeniería civil y ambiental en la Universidad de Illinois, donde estudia las cadenas de suministro de alimentos y sus vínculos con el uso del agua y la sostenibilidad.